Las razones para el libre comercio
Por Bernardo Acosta y
David H. Feldman
‘Las encuestas demuestran
que la mayoría de ecuatorianos está en contra de un Tratado de Libre
Comercio (TLC) con los Estados Unidos. No debería estarlo.
Los ciudadanos de países
en vías de desarrollo, como el Ecuador, son generalmente
renuentes a apoyar convenios de libre comercio, particularmente con naciones más desarrolladas.
Temen que sus industrias
no podrán competir y que el comercio los empobrecerá. Si aquel fuera
el caso, entonces los ciudadanos en países desarrollados estarían a favor del libre comercio.
Pero el libre comercio es igual de controversial en los Estados Unidos. Muchos norteamericanos
creen que ellos son los que
no pueden competir con los trabajadores de países en vías de desarrollo, donde los salarios son significativamente más bajos. Ambas reflexiones están equivocadas.
La remuneración del trabajador
es una consecuencia
directa de su productividad. Los salarios
de trabajadores en los Estados Unidos son, en promedio, mayores a los de sus homólogos
en el Ecuador porque los trabajadores
estadounidenses son más productivos.
Actualmente, el norteamericano promedio gana 10 veces lo que gana el ecuatoriano
promedio. Para competir efectivamente
en los Estados Unidos una industria
ecuatoriana simplemente necesita un nivel
de productividad de por lo menos 10% del nivel estadounidense. En muchos
sectores, el Ecuador puede competir muy bien.
En otros, el Ecuador debe importar bienes
que otros producen a bajo costo en vez de producirlos domésticamente a costos de producción más altos. Especializándose
en actividades productivas,
el nivel de vida del ecuatoriano
promedio crecerá.
Las naciones, al igual que las
personas, tienen diferentes
ventajas naturales. Es tan ilógico
que Islandia produzca café como que
Jefferson Pérez tenga que construir su
propia casa.
El comercio existe
justamente para que cada país
o persona utilice sus recursos y tiempo para trabajar en lo que mejor hace,
e intercambiar el fruto de su labor por lo que no produce pero sí consume.
Aceptar los beneficios
del libre comercio no es una pérdida de soberanía. Los gobiernos son notoriamente ineptos para decidir las
industrias que deben expandirse y contraerse.
Las barreras comerciales
no son más que un método para
intervenir en tales decisiones.
En vez de dirigir
el comercio, el Gobierno ecuatoriano tiene muchas tareas que
solamente él puede y debe hacerlas.
Es necesario un verdadero progreso en las áreas de educación,
salud y seguridad social. Solamente así los
ecuatorianos tendrán las herramientas que les permitan trabajar en diferentes industrias durante
sus vidas productivas y el resguardo social
para que la ansiedad sobre su futuro no se convierta en una fobia a los cambios
que está trayendo el mercado mundial.
Bernardo Acosta es un
economista ecuatoriano y
David H. Feldman es un profesor
de Economía en The College of William and
Mary, en los EEUU.
English
Version
The Reasons for Free Trade
By Bernardo Acosta and David H. Feldman*
Polls show that the majority of Ecuadorians are against a
free trade agreement (FTA) with the U.S.
They shouldn’t be.
The citizens of poorer nations like Ecuador often are reluctant to support free
trade agreements, particularly with richer nations. They fear that their industries won’t be able
to compete and that trade will only impoverish them. If that were truly the case, then citizens in
rich nations should be pro trade. But
free trade is just as controversial in the United States.
Many Americans believe it is they who can’t compete with labor in
developing countries where wages are significantly lower. Both arguments are wrong.
Labor remuneration is a direct consequence of its productivity. The salaries of workers in the U.S. are greater on average than those
of their counterparts in Ecuador because American labor is more
productive. At present the average
American earns ten times as much as the average Ecuadorian. To compete effectively in the U.S., an industry in Ecuador only needs to have labor
productivity that is at least ten percent of the U.S. level. In many sectors, Ecuador can compete very well. In others, Ecuador should buy lower cost goods from
others rather than produce the same thing domestically at higher cost. By specializing in productive activities, the
standard of living of the average Ecuadorian will rise.
Similar to people, individual countries have different
inherent advantages. And just as it makes no sense for Iceland to produce coffee, it is also
illogical for Jefferson Perez (the only Ecuadorian to have won an Olympic
Medal) to build his own house. Trade
exists for this exact reason – so each country or person can make most efficient
use of the resources available and then exchange the fruits of that labor for
what he or she would like to consume.
Accepting the benefits of free trade is not a surrender of
sovereignty by the government of Ecuador.
Governments are notoriously inept at deciding which industries should
expand and which should contract.
Maintaining barriers to trade with its largest trading partner is just
such an attempt to shield certain industries from competition. The consequence is that Ecuador’s unknown future industries wind
up stillborn. This is what happens when
governments look inward instead of outward. Attempting to manage trade is a
policy from the past and a recipe for corruption.
As opposed to directing trade, the government of Ecuador has many tasks that only it can
do. The young people of Ecuador need a basic framework for
educational advancement, especially at the primary and secondary levels. They need the skills that will permit them to
work in many industries over their working lives. The people of Ecuador need access to basic health care
so that their productive lives are not compromised by easily prevented chronic
illness. And lastly, every citizen of Ecuador should be able to rely on a basic
social safety net so that anxiety about jobs does not translate into a phobia
about the changes the world market is bringing.
Ecuador can join the world market and
gain the benefits of expanded trade, or turn its back on the world market and
continue to see its talented and industrious citizens migrate to lands of
greater opportunity.
*Bernardo Acosta is an Ecuadorian economist and David H Feldman is
professor of economics at The College of William and Mary (USA).